Desde hace tiempo quiero subir estas fotos. No son de ahora, son del otoño de hace dos años. Cuando empecé con este blog, subí una pequeña „seríe“ de entradas sobre convivencia, entre los diferentes seres que suelen poblar estos lugares, pero por una u otra razón, estas fotos siempre se han quedado en „la reserva“. Y ya que estoy en un momento revuelto, de agobios varios, de retrospección y replanteamientos, retomando y rechazado en un doloroso proceso de recuperación, ¿o reanimación?, me resulta fácil sentir empatía con los protagonistas de estas fotos…..
Y el tema sigue siendo actual, o mejor dicho, vuelve a serlo, puesto que cuando fuera empieza a apretar el frio y escasear la comida, aumenta el numero de habitantes de esta pequeña casa considerablemente.
Seit langem wollte ich diese Fotos in den Blog einstellen. Sie sind nicht frisch, sondern stammen aus dem Herbst von vor zwei Jahren, als Lea noch hier war. als ich mit meinem Blog anfing, schrieb ich einige Einträge zum Thema „Zusammenleben“ und aus irgendeinem Grund sind diese Fotos immer in der Reserve geblieben. Und da ich gerade mitten in einer recht aufwühlenden Phase stecke, fällt es mir leicht Sympathie für die Hauptdarsteller dieser Fotos zu empfinden.
Das Thema ist nach wie vor aktuell, oder besser gesagt ist es wieder einmal aktuell, denn wenn es draussen anfängt ungemütlich zu werden, wenn das Futter knapp wird, dann nimmt die Bewohnerzahl stark zu.
Ich mag Mäuse. Wirklich. Die Knopfaugen, die zarten rosa Füsschen, das glänzende Fell in den verschiedensten Grau-Braun-Tönen. Und ich kann sogar gut mit ihnen zusammen wohnen. als ich noch in Deutschland war und ein paar Monate eine verlassene Fabrikhalle bewohnte, waren die Mäuse emien einzige Gesellschaft und auch wenn ich mir nicht immer sicher war, ob nicht doch eine Verwechslung vorlag, hatten einige sogar einen Namen. Wir teilten recht brüderlich das wenige, was es zum Essen gab. Mein Acuarellpapier leissen sie deshalb in Ruhe und gewebt hab ich damals noch nicht.
Die Idylle fand ihr Ende in der Nacht, in der ich eine Tüte gebrannte Mandeln _die ich mir selbst mit dem Vorsatz abgeschwätzt hatte, dieses Luxusgut sorgfältig zu verwalten, damit es lange anhält_ auf dem einzigen Tisch liege liess, fest mit einem Clip verschlossen, und am nächsten Morgen nur noch Zellophanschnipsel vorfand.
Da war die feine Linien des friedlichen Zusammenlebens, der unausgesprochenen Vereinbarungen überschritten worden, und noch am gleichen Tag kaufte ich drei Mausefallen und verbrachte die Nacht damit, sie zu „bedienen“.
Vor zwei Jahren haben wir dann hier durch Zufall diese lebensfreundliche Mausefalle entwickelt, die aber leider nur ein Jahr funktioniert hat, so dass wir uns gezwungen sahen, als Abschreckung auf die herkömmliche Schnapp-falle zurückzugreifen. Allerdings haben wir sie direkt neben die kostbarsten Güter gestellt, die unsere Speisekammer zu bieten hat, so dass der Zugang zu den Grundlebensmitteln nach wie vor frei bleibt..
Me gustan los ratones. De verdad!!!. Estos ojitos de azabache, las patitas de color rosáceo, el pelaje brillante entre gris y marrón. Y no me importa convivir con ellos. Cuando vivía aún en Alemania, pasé unos meses en una antigua fábrica abandonada , y los ratones eran mis únicos compañeros de aventura y, aunque a veces dudaba, les había dado nombres y creía poder distinguirlos. Compartimos como hermanos lo poco que había de comer y a cambio no se metían con mi papel de acuarela. En aquél entonces aún no tejía y no había lana.
Este idilio encontró su fin de forma brusca una noche en la que dejé una bolsita de almendras garrapiñadas, que me había arrañado yo a mi misma prometiendome gestionarlos bien para que este lujo durase todo lo posible, encima de la mesa, cerada con el clip, y a la mañana siguiente no encontré más que unos trocines de celofán.
De forma irrecuperable se había traspasado la fina linea de la convivencia pacífica, de los acuerdos tácitos, y ese mismo día compré tres trampas de ratón y pasé la noche „atendiendolas“.
Hace dos años, y por pura casualidad, dimos con esta trampa amigable, que lamentablemente sólo funcionó ese año, después ya no, como si se hubiera corrido la voz. Así que nos vimos obligados a recurrir, a modo de „espanto“ a una trampa convencional. con todo, la hemos colocado ahí donde guardamos nuestros pequeños tesoros culinarios, los alimentos de primera necesidad siguen estando a libre disposición de todos….
recomiendo un gato…..
Ui Natalia, sabes tu las pesadillas que me dan los gatos, imaginándome un día de descuido o de prisas en el que la puerta al taller se queda abierta y la gata, o el gato (a efectos de las conscuencias devastaddoras que mi imaginación me dibuja me da igual este apunte de género) entra, ve los ovillos de lana, empieza a enredar, descubre el tapiz y……. Porque en la calle hay, gatos y ratones y se las arreglan como pueden. Pero dentro de casa……
jajjaajaja…visto así….! es verdad…sería un pequeño problema ese….pero un gato puede aprender, o sea, mejor dicho, se le puede educar…eso sí, como con cualquier animal , hay que ser constante. Un vaporizador de agua y a darle en el morro, hasta que le quede claro que tapiz y lana= cara lavada.
¡¡¡¡QUÉ TODOS LOS SERES SEAN FELICES EN ESTE MUNDO MARAVILLOSO!!!!