miradas

Me gusta celebrar, así, en general, incondicionalmente. Ahí también entran los aniversarios, los cumpleaños, por supuesto; ese momento de recapitulación del camino andado y del que queda por andar. También me gustan las fiestas de clausura, porque entiendo que son momentos que con todo el dolor o la pena que producen marcan un punto de inflexión y reflexión que nos hace parar en el camino, como en la bifurcación de una senda, o en el cambio de rasante, es el pequeño instante que nos invita a enfrentarnos a la cuestión de qué ha pasado y qué va a pasar, a mediar entre el valor de lo adquirido en experiencia y de lo desconocido que queda por explorar.

En el pasado mucho más que ahora, no solo los motivos que entendemos comúnmente como alegres, como nacimientos, bodas, etc., eran motivos de celebraciones, sino también la muerte de una persona, por ejemplo, lo era, y lo era para permitir el duelo personal y colectivo, para  ofrecer  ese momento de ruptura con la monotonía cotidiana y generar la oportunidad de pensar, aunque sea por un instante, un poco más allá del horizonte limitado del día a día. La ausencia de la persona era un hecho mucho más integrado en el consciente y el duelo encontraba un espacio orgánico de expansión y superación individual y colectiva.

Ahora, que me toca preparar el cierre del KUKU tanto en cuanto al espacio físico, como al planteamiento experimental del proyecto; y la despedida del territorio, el físico y el emocional, que he habitado estos últimos 10 años, lo que conlleva el ejercicio de retrospectiva y la necesidad del desapego, se me hace muy presente la necesidad de reposar, de reflexionar y de seguir ilusionándome con la vida y con el ser humano.

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En esta montaña rusa de emociones, las miradas que te llegan de fuera a veces te ayudan a volver a coger rumbo, con fuerza y con determinación, o todo lo contrario, a dejarte llevar desde la confianza en que _como dice Lea siempre y más aún desde que pasó por UWC_ „¡Todo saldrá bien!“.

Una de estas miradas es la que Gerardo Sanz  el verano pasado echó al KUKU y a los KUKUs que en este momento se encontraron en este nido tan peculiar. GRACIAS Gerardo, por estar, por hacer y por compartir.

Aquí os dejo con precioso regalo fotográfico que nos ha hecho y que me apetece compartir con vosotros:

 

 

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