3 más 1

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Dicen, en el toreo,  (y perdonad la referencia a un espectáculo que hoy en día se ha puesto muy en entredicho, quizá con razón, atendiendo el cambio de percepciones y concepciones varias),…. dicen, pues, en el toreo que existen 3 factores que se tienen que conjugar para que pueda haber una buena faena:  el animal (su raza, su fuerza, su bravura, su casta), el tiempo (aunque hay excepciones, con viento y lluvia suele suspenderse la corrida) y el torero  (su capacidad y conocimiento, su voluntad, su valentía). Yo añadiría un cuarto factor: el publico que, aunque si influir directamente en lo que pasa en el ruedo, sí crea ambiente, y crea presión, a través de su rechazo o aceptación, su crítica o elogio, su rigurosidad o su indiferencia.

fotos de Catarina Pires

Siempre me ha parecido que en las artes plásticas pasa algo similar, aunque con pequeñas variaciones: para mí también existen 3 factores con las que tengo que torear en mi día a día de artista: la inspiración (estar preparada para captarla y saber sujetar y reflejarla adecuadamente), el lugar (y según qué, el material) y el „otro“ tiempo (lo que significa disponer de una infraestructura que te permite extraerte de alguna manera de „lo cotidiano“ y poder dedicarte con la intensidad necesaria „al arte“).

Las experiencias de los últimos años me han mostrado lo difícil que es conseguir que los tres factores se conjuguen en las proporciones precisas. Quizá reside parte de la magia en esta dificultad. No lo sé.

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Y sí, también añadiría aquí el cuarto factor. El otro día (con la visita de Catarina y Alberto a mi pequeño taller) disfruté de él, y el cómo lo hacía me demostró lo importante que es para mí y lo mucho que lo echo de menos.

Cada obra cumple al menos dos funciones. Una durante el proceso de creación: la necesidad de explorar el interior, de comunicar algo, de sujetar una idea que te ronda por la cabeza, materializarla y poder distanciarte de ella, independizarte de ella incluso físicamente, para poder revisar si las propias expectativas se han cumplido o no. Un momento íntimo, en el que el ego se pone a sí mismo en entredicho.

La segunda: el debate. Y claro, el debate poco aporta si se hace en formato de monólogo. Me interesa ver qué es lo que ocurre en la gente que dedica unos minutos de su tiempo a contemplar lo que he producido en el taller. ¿Surge algún tipo de relación entre el observador y el objeto observado?   A diferencia de las expresiones artísticas en las que el arte va necesariamente unido a la presencia física  (músicos, actores, etc.), en el caso del arte plástico afortunadamente hay un momento de separación entre objeto y el autor o la autora, que facilita mucho un debate objetivo, por ambos lados. Y exponer mi obra, escuchar a la gente, debatir delante de mis tapices,  contestar preguntas, explicar determinados aspectos, recibir críticas, enfrentarme a cuestionamientos técnicos o conceptuales es parte del alimento que ayuda para avanzar en lo que hago.

Poco me queda para terminar este tapiz y aunque aquí he intentado haceros partícipes de su génesis, al menos de forma virtual, me gusta pensar en un „alumbramiento“ compartido, una manera de reunirnos alrededor del telar para compartir el momento en el que el tapiz se corta y adquiere la autonomía para convertirse en objeto de debate. Ya os contaré.

P.D., para los que han llegado hasta aquí en su lectura y sin ánimo de echar leña al debate:

No sé qué pasaría si aterrizara mañana en España. Lo más probable es que la tauromaquia no llegase a interesarme especialmente, ni siquiera por los innumerables referentes con los que me puedo haber tropezado en el mundo del arte (literatura, pintura, escultura, teatro, música,etc.). Quizá ni le prestaría atención. Pero lo cierto es que llegué a España, más exactamente a Madrid, hace 30 años. Cierto es también, que mis padrinos de aquél entonces, mis amigos de hoy, me tomaron de la mano para enseñarme su ciudad, su arte, cultura, costumbres, particularidades…. Y cierto es que me llevaron a Las Ventas y que yo fui con ellos llena de curiosidad y vacía de prejuicios. Cierto es que me hice aficionada, a lo largo de unos cuantos años tenía un abono en la andanada del 7; pasé horas, muchas horas de frío y calor, encajada entre las rodillas del de atrás y la espalda del de delante, viendo corridas, primero atendiendo a las explicaciones, luego escuchando a las opiniones y creo que terminé  entendiendo, algo. Cierto es que presencié muchas corridas aburridas, unas cuantas malas, y unas pocas en las que había una magia como nunca antes o después la he sentido. He visto el ímpetu de Joselito cuando empezó, he visto pinceladas de belleza crepuscular de Curro Romero al final de su carrera, he sentido el duende en una corrida memorable de  Rafael de Paula y la pureza de un Francisco Esplá dando lecciones de tauromaquia. He visto rigor y dejadez, en todos, en ganaderos, en la gestión empresarial, en toreros y cuadrillas, en presidencias y en el publico. La banda, la banda creo que nunca ha fallado. Y, por supuesto, he visto toros, bellos, feos, mansos, bravos. Y los he visto morir. También he visto morir a torreros, banderilleros, caballos….. De ninguna muerte me alegré. No creo que un auténtico aficionado vaya a la plaza para alegrarse de la muerte, ni de la de animal. Se celebra, sí. Se escenifica, sí. Evidentemente es una manera de ‚celebrarla‘, de superar simbólicamente el miedo a la muerte.

Y cierto es que nada de ello quiero borrar de mi biografía. Puede que si aterrizara mañana en España no iría nunca a una plaza de toros. Puede, no lo sé. Lo que sí sé es que actos que en un momento cobraron encaje social pueden perderlo, porque las sociedades cambian, los tiempos cambian. Y está bien que así sea. Pero si añado esta postdata a la entrada del blog es porque desde hace tiempo me irrita la agresión y la amargura con la que se vive el cambio del encaje social y porqué no sé cuanto de ello tiene una motivación ideológica o política. Escribo estas frases pensando en todas aquellas personas gracias a las que se me ha abierto una ventana al mundo de la tauromaquia.
Y para que no cunda la confusión: considero a Catarina y a Alberto grandes amigos mios pero sé que de aficionados a los toros no tienen nada de nada.

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