der fliegenmelker // el oreñador de moscas

So heisst ein kleines Büchlein aus dem dtv-Verlag, dass ich mir vor Jahren in Deutschland gekauft habe. Es enthält mehrere Geschichten von Rafik Schami, die mir sehr gut gefallen haben. Die erste trägt den Titel: „Als Gott noch Grossmutter war“. Dabei geht es auch um Lichtschalter, deshalb viel sie mir gestern Nacht ein, als ich  über die umgekehrten Reihenfolgen nachdachte. Heute morgen hab ich das Büchlein gesucht, um euch die Geschichte schnell abzuschreiben. Sie ist einfach köstlich. (Hoffentlich haben weder der Verlag noch der Autor etwas gegen die Freiheit, die ich mir hier herausnehme. Es geschieht schliesslich zum Besten der Literatur, der Elektrizität und, wenn man es so sehen will, des religiösen Empfindens):

Así se titula un librito de la editorial alemana dtv, que compré hace años en mi tierra. Contiene varios cuentos de Rafik Schami, que me encantan. El primero lleva por título: „Cuando Dios aún era abuela“. Como trata tambien el problema del encendido de la luz, ayer, al „filosofar“ sobre ordenes inversos, me acordé de él. Esta mañana lo he buscado, para copiaros rápidamente la historia y traducirla chapuceramente al castellano.  Es simplemente deliciosa (Espero que no se enfade ni la editorial ni el autor por la libertad que me estoy tomando. Entiendo que es por el bien de la literatura, lde a electricidad y si se quiere hasta del sentir religioso):

Als Gott noch Grossmutter war

Ich war als kleines Kind oft bei meinen Grosseltern. Tage und Wochen verbrachte ich dort; es war angenehm, der überbevölkerten Enge der elterlichen Wohnung zu entfliehen und die unendliche nach Thymian duftende Ruhe zu geniessen.

Oft sassen wir, mein Grossvater und ich, am Kamin, und er erzählte viel und dachte, ins knisternde Feuer starrend, nach, bis er mitten im Nachdenken einschlief. Nicht selten schlief auch ich kurz darauf ein, und wenn ich aufwachte, war er meist auch schon wach, lächelte verlegen und fragte, während er trockene Zweige bündelte und in den Kamin schob: „Wo bin ich in der Geschichte stehengeblieben?“

Grossvater schien den ganzen Tag am Kamin gesessen zu haben, denn ich habe nur dieses Bild von ihm in  meiner Erinnerung. Wenn es dunkel wurde, blieben wir im Dunkeln, bis Grossmutter kam und einmal leicht an die Wand klopfte, dann wurde es hell. Wenn ich in der Dunkelheit Angst bekam, tröstete Grossvater mich: „Bald kommt deine Oma und macht Licht. Das kann sie gut“, sagte er voller Bewunderung. Er konnte kein Licht machen, weder im Sommer noch im Winter.

Und wenn es uns im Sommer heiss wurde, so bat er Grossmutter höflich, sie möge frischen Wind machen. Grossmutter klopfte an die Wand, und ein alter Propeller an der Decke zauberte geräuschvoll eine frische Brise hervor. Grossvater lehnte sich mit geschlossenen Augen zurück. „Göttlich“, flüsterte er genussvoll und schlief ein. Und ich erinnere mich sehr wohl daran, dass ich an einem windigen Morgen an einem Fenster stand und Grossvater fragte, wer das Licht und den Wind  machte. „Gott“, antwortete Grossvater, und da war ich sicher, Gott ist auch eine Grossmutter.

Später studierte ich Chemie, Physik und Mathematik. Oft aber, wenn meine Finger einen Lichtschlter berühren, denke ich an meine Grossmutter, und für einen kurzen Augenblick verfluche ich sämtliche Wissenschaften.

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Cuando Dios aún era abuela

De pequeño solía quedarme mucho tiempo con mis abuelos. Días y semanas pasé con ellos; era agradable poder evadirse de la estrechez del sobrepoblado piso paternal y  disfrutar de la tranquilidad infinita perfumada de tomillo.

A menudo nos sentamos al lado de la chimenea, mi abuelo y yo, y él contaba mucho y, con la mirada clavada en el creptante fuego, pensaba en sus cosas hasta que en medio de sus pensamientos se quedaba dormido. No era raro el caso en el que, al poco rato,  yo igualmente me quedaba dormido, y cuando me despertaba,  él también se había despertado y con una sonrisa un poco avergonzada  me preguntaba, mientras hacía un fardillo de ramitas  secas y lo colocó en la chimenea:  „¿Dónde me había quedado en la historia?“

Parece que el abuelo hubiera pasado los días sentado al lado de la chimenea, pues es la única imágen de él que me ha quedado en la memoria. Cuando se hacía de noche, nos quedábamos en la oscuridad hasta que llegaba la abuela y daba un suave golpec contra la pared. Entonces llegaba la claridad. Cuando me daba miendo la oscuridad, mi abuelo me consolaba diciendo lleno de admiración: „Pronto llegará tu abuela y hará luz. Lo sabe hacer muy bien“. Él no sabía hacer luz, ni en verano, ni en invierno.

Y cuando en verano apretaba el calor, pedía amablemente a la abuela a que haga aire fresco. Y la abuela daba un golpecito suave contra la pared y un viejo ventilador que colgaba del techo producía  aire fresco como si por arte de mágia. El abuelo se recostaba con los ojos cerrados. „Divino“, susurraba placenteramente y se quedaba dormido. Y recuerdo muy bien un día que corría mucho aire, en el que le pregunté desde la ventana a mi abuelo sobre quién hacía la luz y el aire. „Dios“, respondía mi abuelo. Y entonces sabía que Dios también era una abuela.

Mas tarde me puse a estudiar quimica, física y matemáticas. Pero a menudo, cuando mis dedos tocan un interruptor de luz, me acuerdo de mi abuela. Y por un brevísimo instante maldigo todas las ciencias.

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2 Antworten zu der fliegenmelker // el oreñador de moscas

  1. Marce sagt:

    Qué historia tan bonita y tierna, veo en mi imaginación las imágenes de la chimenea del abuelo, de la abuela hacendosa y del nieto. Me ha encantado Andrea. Un abrazo

    • amilde sagt:

      BuenasBuenas, Marce. Gracias por tu visita. La verdad es que me encanta este pequeño libro y las historias que contiene. Me gusta Rafik Schami en general y lo que he leído de él lo he disfrutado, pero estos cuentos son todos tan aparentemente casuales, nacen de instantes, de sensaciones, de emociones fugaces pero capaces de trasladarte a otro mundo para compartir este instante con otra persona. Que maravilla para quien tiene el don de la palabra y es capaz de conseguir eso.

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