El fin de semana que viene se celebrará en Burgos el XII Festival de las Artes „En Clave de Calle“. Buena oportunidad para ir ampliando perspectivas, ir sumando propuestas, contrastando espacios y visiones de festivales, ir formandose su propio criterio.
Desde hace cuatro años vivimos intensamente estos festivales como integrantes esenciales de la oferta cultural veraniega, aparte de las muchas pequeñas iniciativas particulares y colectivas que surgen cada año en el territorio que habitamos y disfrutamos. Cuatro años dan para ver unos cuantos espectáculos, conocer compañías y comenzar a posicionarse como espectador/a ante los diferentes conceptos de festival, de arte, de artistas callejeros, de gestión de espacios públicos, de descubrimiento de plazas, rincones y calles a través de distintas contextualizaciones…. Poco a poco se van cristalizando los diferentes géneros: están, digamos, los más circenses, en el sentido tradicional, aunque ataviados de nuevos trajes; están los espectáculos itinerantes, los acróbatas y malabares individuales, en pareja o grupo, está la música, esta el clown….
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Lo bueno de los festivales es que hay o teóricamente puede haber para todos los gustos. Hay ruidosos, y callados, hay bastos y elegentes, hay tradicionales e innovadores, hay graciosos y penosos, hay producciones caras y baratas, lo que no siempre tiene que corresponderse con la calidad; hay arriesgados, hay sencillos, hay ingenuos, ingeniosos, superficiales y profundos, divertidos y aburridos, minimalistas y recargados, contenidos y exuberantes en colores y en movimientos.
El año pasado ya me dí cuenta que los espacios cerrados, creados artificialmente, con una dinámica y unos condicionantes distintos, a mí no me convencen en este contexto de „artes callejeras“; tampoco me gustan los espectáculos que arrancan la risa fácil del publico a costa de algun que otro voluntario, y no tan voluntario, sacado del corro de los espectadores, que muchas veces, sospecho, se debe (la risa digo) al „de lo que me he librado…“. Se me hace pesado y hasta un poco „violento“ y no me aporta mucho como espectadora; al igual que las que van de escandalizar por escandalizar, según el moto: alguna risa caerá fijo….. . Yo agradezco cada vez más la sencillez, la elegancia, lo callado….. Así que al final, me quedo con unos y olvido otros, pero la experiencia de los tres días de inmersión en este pequeño mundo de „arte aparte“ es algo de lo que no quiero prescindir.
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Dicho esto a modo de pequeña introducción, quiero aprovechar y subir el resumen de ARCA 2011 antes de que se mezclen mis recuerdos de un festival con el de otro.
Como siempre, las GRACIAS en mayúsculas a la organización. Como en todos los eventos de esta índole, hay un engranaje de voluntades, de saber hacer, de disposición y entrega, que hacen que nosotros como espectadores, podemos entregarnos al difrute sin más.
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Iñaki, de TARIMA. Le echaba de menos el año pasado en el Festival de Cortometrajes.
Sabe convertir un frío polideportivo en un mágico escenario dedicado al cine en pequeño formato.
Lamentablemente ya no lo disfrutamos, pero eso ahora no viene a caso.
Montajes y desmontajes con esmero y cuidado. A veces laboriosos, otras efímeros.
Siempre exactos.
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Y donde no se puede cambiar nada, al menos se alivia.
Carmen, echando agua a los chicos que están esperando bajo un sol de justicia
en comienzo del grupo de música y baile de Mongolia.
