Berlin _ 2011 _ Heimaturlaub

BERLIN _ II

 

(de) Erste Erfahrung: Seit einiger  Zeit werden in Berlin keine Pro-Palästina-Demos mehr zugelassen. Es dürfen nur noch Kundgebungen stattfinden. Diese konkret fand am Mehringplatz, am Fuß der Friedenssäule statt, ganz in der Nähe der Amerika-Gedenkbibliothek und der Heilig-Kreuz-Kirche und, gerade jetzt, des Karnevals de Kulturen, einem Straßenfest, das  jedes Jahr um diese Zeit über mehrere Tage hinweg die Straßen und Plätze um den Blücherplatz mit Musik und gastronomischen Angeboten aus aller Welt füllt und das friedliche Zusammenleben der Kulturen feiert.

Victor und ich sind am Halleschen Tor aus der U-Bahn gestiegen um den kurzen Weg bis zur Kundgebung zu Fuß zurückzulegen. Das gab uns Gelegenheit festzustellen, wie enorm hoch das Polizeiaufgebot im Hintergrund war. Und ich meine da nicht die nette Polizei, die als Freund und Helfer durch die Straßen läuft, auch nicht die, die schon etwas imposanter in Schwarz gekleidet Demos zu begleiten pflegt, um die Ordnung zu wahren, sondern die, von denen man, wenn man sie sieht, denken kann, dass es ihnen nicht schwer fallen würde, unter vollem Einsatz von Körper und Ausrüstung einzuschreiten, wenn der entsprechende Befehl kommt. Das alles ist nichts Neues. Nachdenklich macht es mich allerdings, wenn ich sehe, wie groß, oder besser gesagt wie überschaubar die Zahl derer ist, die dem Aufruf zur Kundgebung Folge geleistet haben. Ich hab nicht durchgezählt, aber gefühlt kam auf jeden dort demonstrierenden Menschen ein Polizist. Da gendere ich jetzt auch mal absichtlich nicht, denn bei der Truppe im Hintergrund habe ich im vorbeigehen keine Frau gesehen. Das macht es nicht besser, ich weiss, aber das sind diese nur flüchtigen Eindrücke, die aber trotzdem das Gesamtbild beeinflussen.

 

(es) Primera experiencia: Desde hace algún tiempo no se permiten más manifestaciones pro Palestina en Berlín. Sólo se permite la celebración de concentraciones en un lugar determinado. Ésta tuvo lugar en Mehringplatz, a los pies de la Columna de la Paz, muy cerca de la America Memorial Biblioteca y de la Iglesia de la Santa Cruz y, en estos momentos, del Carnaval de las Culturas, un festival callejero que cada año por estas fechas llena durante varios días las calles y plazas en torno a Blücherplatz con música y comida de todo el mundo y celebra la coexistencia pacífica de las culturas.

Victor y yo nos bajamos del metro en Hallesches Tor para recorrer a pie la corta distancia que nos separa de la concentración. Esto nos dio la oportunidad de darnos cuenta de lo enorme que era la presencia policial. Y no me refiero a los simpáticos policías que pasean por las calles y a los que podemos preguntar por el camino si nos hemos perdido o necesitamos ayuda por algo, ni a los que suelen acompañar las manifestaciones vestidos de negro para mantener el orden, sino a los que, cuando los ves, te imaginas que no vacilrían en intervenir con todo su cuerpo y equipo cuando llega la orden correspondiente. Esto no es nada nuevo. Sin embargo, me da que pensar cuando veo lo grande, o más bien dicho lo „abarcable“, que es el número de personas que respondieron a la llamada a la concentración. No me dediqué a contar, pero me dio la sensación de que había un policía por cada persona que se manifestaba allí. No hace falta cuidar el lenguaje no sexista e utilizar el „@“ o lo que sea para que el género femenino se sienta incluido, porque no vi a ninguna mujer entre las „fuerza del órden“ reunidas mientras pasabamos por ahí. Lo sé, no son más que impresiones fugaces que, sin embargo, influyen en la imagen global.

 

 

 

 

(es) Juanjo se unió un poco más tarde. Desde hace tiempo acompaña a las „palomas en duelo“, un grupo de mujeres que se reúnen desde el comienzo de la guerra de Gaza, escriben los nombres de las y los palestin@s asesinad@s en tiras de tela para formar alas y acompañan así, en silencio, manifestaciones y concentraciones. Un recuerdo vivo y pacífico de las víctimas civiles de esta guerra, de las mujeres, los hombres, las niñas, los niños…..

(de) Juanjo kam etwas später dazu. Er begleitet seit langem die „Grieving Doves“, die Trauernden Tauben“, eine Gruppe von Frauen, die sich seit Beginn des Gazakriegs treffen, die Namen der getöteten Palästinenser:innen auf Stoffstreifen geschreiben zu Flügeln zusammenfügen, und so still Demos und Kundgebungen begleiten. Ein lebendes, ein friedliches Mahnen an die zivilen Opfer, die Frauen, die Männer, die Mädchen, die Jungen……

Ihr findet mehr Info auf der Website und auf dem neusten Stand auf dem Instagram-Profil:

https://grievingdoves.com/

https://www.instagram.com/grieving_doves/

 

 

(de) Ihr seht, die Männer und Frauen in Schwarz „begleiten“ auch diesmal die kleine Gruppe der Demonstrierenden sehr engmaschig. Einen Grund dafür gibt es nicht wirklich. Ja, die Menschen sind laut, es wird getrommelt, es werden Parolen gerufen. Aber mehr nicht. Alle wissen was geht, alle wissen was nicht geht. Alle wissen, was einen Polizeieinsatz provozieren würde. Und darüber hinaus schwebt eine gewisse Willkür die, wenn der Anlass nicht so ernst wäre, etwas Korinthenkackerisches an sich hat. Da geht es um einzelne Worte, um einzelne Symbole, die ausreichen können, um einen selektiven Polizeieinsatz zu rechtfertigen. Ich vesuche, mich zurückzuhalten, bin mir der Tatsache bewußt, dass ich als Gelegenheits-Demonstrantin nicht die gleiche „Feinhäutigkeit“ entwickelt habe, wie all diejenigen, die um mich herum stehen, aber ich werde das Gefühl nicht los, dass es ein seltsames eingespieltes energetisches Hin und Her ist, eine Inszenierung einer Art von „Grabenkrieg“, denn auf beiden Seiten hat sich nach 19 Monaten eine Dynamik, eine Routine eingestellt, die beide Seiten irgendwie „gefangen“ hält. Das ist nachvollziehbar, vor allem die Empfindlichkeit auf Seiten der Demonstrierenden gegenüber dieser, so finde auch ich, provokativ auftretenden Staatsgewalt. Ich bewundere das Durchhaltevermögen.

(es) Como podéis verse, los hombres y mujeres de negro vuelven a «acompañar» muy de cerca al pequeño grupo de manifestantes. Aparentemente no hay  ninguna razón para ello. Sí, la gente es ruidosa, suenan tambores, se gritan consignas. Pero nada más. Todo el mundo sabe lo que es puede, todo el mundo sabe lo que no es puede… Todo el mundo sabe lo que provocaría una intervención policial. Pero encima de todo flota una cierta arbitrariedad que, si la ocasión no fuera tan grave, tendría algo de „cuentagarbanzería“. Son palabras sueltas, símbolos individuales que pueden bastar para justificar una intervención policial selectiva. Intento contenerme, soy consciente de que como manifestante ocasional no he desarrollado la misma «piel fina» que todos los que me rodean, pero no puedo evitar la sensación de que se trata de un extraño y, con el tiempo transcurrido, bien ensayado vaivén energético, una escenificación de una especie de «guerra de trincheras», porque después de 19 meses se ha establecido una dinámica, una rutina en ambos bandos que de alguna manera los mantiene «atrapados». Es comprensible, sobre todo la sensibilidad de los manifestantes ante este comportamiento, en mi opinión, provocador de las fuerzas del Estado. Admiro su resistencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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