Das Tempelhofer Feld.
Para gente como nosotros, que hemos vivido mucho tiempo en una gran ciudad con un nacimiento y crecimiento urbanístico totalmente diferente, el área del antiguo aeropuerto de Tempelhof, actualmente ubicado en el corazón de Berlin, es un pequeño milagro. Dejando aparte su papel en el pasado, que ya de por sí es curioso, hasta la actualidad este inmenso espacio verde, una auténtica golosina en términos urbanísticos, sigue resistiendo como el mayor parque público de Berlin a las fuertes presiones de diferentes sectores con proyectos más o menos afortunados de „aprovechamiento inmobiliario“ gracias al compromiso de los ciudadanos que a lo largo de los últimos años han sido capaces de frenar varios proyectos de construcción y utilización promovidos por entidades públicas y privadas. El último en la linea de tiempo, y contextualizado en la actual crisis de los refugiados, ha sido la propuesta de construir un „campo de refugiados“ que algunos entienden como la cuña para una posterior ocupación inmobiliaria del área o al menos de parte de él.
Desde la casa de Juanjo y Uli, este parque queda a tiro de piedra, por lo que se ha convertido en meta frecuente de salidas breves para tomar aire y afrontar la constante y fatigosa tarea de hacerse hueco en esta ciudad, que sin ser jungla es bosque cerrado y las brechas que hay que abrir requieren de fuerza y decisión.
Ulises, mi maestro de longboard y „guarda-caídas“
Siempre que vamos, nos produce sensaciones agridulces. Para los tres, pero sobre todo para Uli, es una auténtica pasada poder contemplar la puesta de sol en este lugar cualquier día despejado, disfrutar de la amplitud del horizonte en el corazón de una ciudad como Berlin, formar parte de la multitud en verano y de los valientes en invierno que utilizan este espacio público para su esparcimiento, cada uno a su manera.
Nos tiene que parecer un lujo, puede que bien merecido y necesario, pero un lujo _ o quizá fuese más justo decir que es generosidad, generosidad colectiva de la que nace la decisión de concederse este espacio común en el que caben diferentes proyectos vecinales y mucha libertad de movimiento y acción para propuestas espontáneas o efímeras.
Sin embargo, cada vez que voy, también me invaden dudas sobre la capacidad de resistencia. La presión no es poca y quizá sea todo una cuestión de tiempo. Quizá no, quizá consigue el compromiso ciudadano con el espacio público ejercer la contra-presión suficiente, para arrancar de las entidades competentes un compromiso a largo plazo que garantiza la protección de este espacio para la flora y fauna que lo está reconquistando, para su declaración como patrimonio histórico y cultural, y para su uso libre y publico.
La reciente discusión sobre el emplazamiento del „campo de acogida de refugiados“ deja en evidencia la facilidad con la que el „Tempelhofer Feld“ puede llegar a ser el foco de atención e intención en cualquier momento. Eso requiere una permanente „vigilancia“ por parte de la ciudadanía, que no siempre es fácil de garantizar. Tengo una confianza optimista en la capacidad de organización de las iniciativas que canalizan el deseo ciudadano de mantener el Tempelhofer Feld tal como está. Pero eso no quita que nos invade cierta preocupación.
Pero también es verdad que cualquier decisión conlleva consecuencias: ninguna es neutra del todo, la valoración en términos de „positivo“ y „negativo“ depende del punto de vista de cada cual, o de cada colectivo, o de la mayoría, si es que existe. Berlin sufre el mismo proceso de gentrificación que muchas otras ciudades grandes en Europa. Eso aumenta la presión sobre los vecinos de los barrios céntricos, obliga a muchos a irse a la periferia y marca de manera determinante la gestión y apariencia de los espacios a pie de calle, todos estos pequeños o grandes locales, históricos o recientes, que forman el telón de fondo de los transeúntes a pie o en bici, vecinos o visitantes, desde las fachadas graffiteadas hasta los escaparates hipsters, alternativos o culturalmente distintos al alemán. También el Tempelhofer Feld ha producido de forma más o menos indirecta una influencia sobre le vecindario de los barrios colindantes, dado que zonas residenciales que antes sufrían los efectos negativos del aeropuerto en funcionamiento, ahora, con su transformación en espacio verde aumentan su valor en el mercado inmobiliario. Poco a poco se produce un cambio de la gestión de los pisos de alquiler en propiedad. No todo el mundo puede tener acceso a ellos. Si este cambio produce un efecto positivo o negativo sobre el paisaje urbanístico y vecinal, depende, evidentemente, del punto de vista de cada cual.
Para los que sepáis alemán, os dejo este enlace a una de las páginas que recogen información actual sobre la situación del Tempelhofer Feld y los diferentes debates que suscita su existencia.
Nosotros seguiremos disfrutando del Tempelhofer Feld y de su potencial inspirador siempre que se brinda una oportunidad.
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KUKUmobil Berlin 01 from kukuprojekt on Vimeo.