diario berlinés_ 1

Nueva visita a esta ciudad llena de contrastes, y algunas contradicciones. De amplitudes visuales y hasta cierto punto mentales; de actitudes diversas, acritudes pequeñas, actividades innumerables.

Recibimiento cálido y temperaturas bajas. Febrero loco tiene preparado un cucurucho de copos de nieve, lo justo para polvorear la calle y sustituir la alfombra de hojas otoñales que cubrió la ultima vez el asfalto gris.

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Las incesantes miradas de Uli a la maleta grande no dejan duda de la magnitud de la morriña culinaria del pequeño gran migrante. Me hace sentirme vieja, porque sin poder remediarlo me asaltan recuerdos de las primeras visitas de mi madre a España, hace más de 25 años, y de como esperaba que sacara de la maleta todas estas delicias que yo normalmente no echaba tanto de menos pero que una vez sabido que ella me las iba a traer hacían que mi boca se llenara de forma incontrolable de saliva cada vez que pensaba en ellas: los filetes de arenques, los pepinillos agridulces (hubo un tiempo antes del Lidl), las golosinas con sabor a yogur y fruta, la Fleischwurst CON ajo…… Con el tiempo, esta morriña se ha difuminado en la bruma del olvido.

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A Uli le queda un tiempo largo aún de nítidos recuerdos e intensa satisfacción, cuando los ocho deditos se posan placenteramente sobre las finas escamas de cecina de León, como si existiera el peligro de que desaparezcan de repente, o el contacto potenciara el sabor. Mientras hinca los dientes en la rebanada de pan, pregunto: ¿Echas de menos a España? ¡A veces!, me contesta con una sonrisa.

Desayuno con pan alemán y Pflaumenmus (mermelada de ciruela). La profe de Uli ha tenido el detalle de faltar este primer día, por lo que tiene libre la hora „0“ y la primera, por lo que nos da tiempo de superar el obstáculo matutino del madrugón con cierta tranquilidad. Son casi las 10 de la mañana. Perezosamente abro el ordenador y me meto en la página oficial de la ciudad de Berlín: el objetivo: la caza furtiva de una cita libre para empadronarme.  Sigo la estrategia recomendada de buscar por todas las oficinas del ciudadanos del vasto Berlín. La fortuna sonría: janz weit draussen, es decir, en el culo del mundo o en la periferia de Berlín, hay una cita libre a las 11:50 h, la única que aparece para las próximas tres semanas. Menos mal que los dietes estaban ya cepillados y las botas a mano. Google nos dice que con la U8 y la S25 llegaríamos en hora y media, yo y mi Wohnungsgeber (dador de piso). Das wird knapp, si la burocracia alemana pone en práctica la puntualidad. Su experiencia hace que se dibuje una sonrisa  en los labios de Juanjo. Mitos.

Llegamos con un pequeño retraso, pero más se tiene aquí. Bien, recuperamos aliento y me preparo mentalmente para este primer contacto con  la administración. Tras media hora de espera y otra media de atención salimos con algunas cosas aprendidas:  1. un dato inquietante: consta un empadronamiento en Berlín de una Andrea Milde con la misma fecha de nacimiento que el mio, sin embargo la funcionaria, tocaya mia, no me discutió la veracidad de mis palabras; 2. Hay al menos tres Fichtestrasse en Berlín; 3. Ni las funcionarias ni el programa informático reconocen mi pueblo natal, Ennepetal; 4. El programa informativo se resiste a darnos el visto bueno como matrimonio y solo con un pequeño engaño consigue la funcionaria el ligue entre nuestros datos; 5. Puede que haya retraso en la tramitación, pero desde luego no hay prisas. Todo va ‚ganz gemütlich‘. 6. Con mucha resolución y bella caligrafía me cambia la funcionaria el lugar de residencia en mi pasaporte.

6. Herzlich Willkommen in Berlin. Y así, de la noche a la mañana, me he convertido en una berlinesa más. Yo, que últimamente acostumbro preguntarme si una cosa es buena o mala, me quedo con la duda. Lo cierto es que no podré nefelibatear eternamente y  llegará el día en el que tocará quitar el tapiz del telar, verlo, exponerlo, compartirlo, y tener una respuesta aunque aproximada a la pregunta del ¿a dónde voy? Berlín, evidentemente, seguirá siendo una opción, máxime contando con un primer punto de aterrizaje.

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