Recuerdo dos momentos en los que se podía disfrutar de Madrid: durante el puente de la Paloma, bajo los calores insoportables del mes de agosto, cuando la estampida era generalizada y solían solaparse los de la primera con los de la segunda quincena, y, más aún, los cuatro días de Semana Santa, cuando no había lugar para salidas escalonadas y el éxodo hacía norte, sur, este y oeste dejaba vacía esta gran urbe. Entonces se podía cruzar Recoletos por donde querías sin mirar mucho, se podía encontrar un aparcamiento y se podía ir en transporte público sin miedo a atropellos, ahogamientos y empujonadas (resulta que en verano hay menos gente, pero también menos metros, menos autobuses, menos aire y llegas a tener la impresión que es como siempre).
Ahora podemos permitirnos el lujo de hacer el viaje a la inversa: cuando todos los demás se va de Madrid, cuando nuestro tranquilo pueblo se llena de coches, cuando el problema de encontrar un aparcamiento se traslada de cualquier barrio madrileño a los pueblos de provincias, cuando Madrid queda vacío, nosotros vamos para allá, a recordar, a recuperara, a reconciliarnos con esta ciudad.
Wenn man Madrid wirklich geniessen will, gibt es zwei Momente im Jahr, die dazu besonders geeignet sind: die Tage um das Fest der „Paloma“, Mitte August, wenn die sengende Hitze die Strassen leer fegt, und sie Sonnenseite der Bürgerstege nur von Touristen in krebsrot frequentiert wird. Dann nämlich überschneiden sich die einheimischen Urlauber der ersten zwei Wochen Apartmentmiete mit denen der letzten zwei Wochen und wer irgend kann nimmt Reissaus. Und Ostern, da gilt nur entweder – oder, entweder man fährt am Donnerstag oder man bleibt, weils sich andes nicht lohnt. Nach dem gründonnerstäglichen Exodus ist die Stadt so leer, dass man selbst die Hauptverkehrsadern als Fussgänger überqueren kann, ohne das Gefühl zu haben, sein Leben aufs Spiel zu setzen, man findet Parkplätze, und Sitzplätze in U-Bahn und Autobus.
Jetzt können wir uns den Luxus erlauben, gegen den Strom zu reisen: wenn alle Madrid verlassen und die Parkprobleme in die Provinzstädchen verlegt werden, dann kommen wir, um Erinnerungen aufzufrischen, Vergessenes oder Verlorenes wiederzufinden, uns mit dieser Stadt zu versöhnen, in der wir gelebt, gelernt, genossen und gelitten haben.
sí que es bonita Madrid en agosto, sofocante pero bien bonita . Justo estuvimos con Balta ese mes en Lavapies ,así que nos despertábamos bien temprano ¡ qué tiempos! Balta despertando temprano sin problemas!!! y lo llevaba a la Casa Encendida recién inaugurada..a los campamentos urbanos.
Qué maravilla, andaba toda la mañana recorriendo la ciudad vacía, hasta que el sol ya me retornaba a casa, previo pasar por Balta que venía enchastrado de los talleres. O con algún libro bajo el brazo.
Después mientras yo dormía la siesta larga del sol madrileño, él hacía marionetas , o papelitos de la fortuna que vendía los domingos en el Rastro, en el puesto de una amiga. Con su gorra a cuadritos . Y su sonrisa. A la noche lo acompañaba al padre al bar donde trabajaba , en los Austrias , frente a una iglesia, cerca del puente de los suicidas y le ponían un mandil, él llevaba camisita blanca, y ahí hacía de mesero con gran maestría.
Andrea, cuántos recuerdos me trae tu descripción de Madrid en agosto!
Puedo seguir todo el día… pero lo increíble es que no fue hace mucho tiempo, seis , cinco, siete años? Quizá hasta menos…y todo ha cambiado tanto!
Te voy a mandar fotos (si las encuentro) de esos momentos…
Y yo era completamente infeliz de amor…