Ya hace algunos días, se celebraron en la Casona en Reinosa las IV Jornadas Medio Ambiente. El programa era atractivo: iba de asuntos de „pequeña escala“, como digo yo, es decir de aquello que afecta o se refiere direcatmente a cada persona y sus posibilidades inminentes de reflexión y actuación, como el consumo ¿responsable o desenfrenado?, o la idea del ¿permanente? crecimiento económico como objetivo vital; y de asuntos de „gran escala“, que nos afectarán por igual, pero donde es más difícil desarrollar la convicción de que nuestra intervención pueda cambiar lo que parece ya predeterminado, como la instalación de los parques eólicos y las grandes infraestructuras de transporte.
IV Jornadas Medio Ambiente en Reinosa
– 20 de febrero, 18:00h : “ Agotamiento de los recursos naturales, el fin de una era“ ,de Rodrigo Fernández Miranda y María González Reyes, pertenecientes al grupo ConsumeHastaMorir. Proyección del documental; „Gran Superficie“.
– 22 de febrero, 18:00h : „Debate mesa redonda, Eólicos“.Integraran el debate; Bernardo García (Ecologistas en Acción-Cantabria) , Jose Miguel Martínez Postigo (Plataforma de defensa del Sur de Cantabria), Marcos Bergua (Dirección General de Industria de la Consejería de industria y Desarrollo Tecnológico de Cantabria).
– 23 de febrero, 19:00h : „Deuda Ecológica y Justícia Ambiental“,por Iñaki Bárcena (Director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad del Pais Vasco).
– 24 de febrero, 17:00h : „Decrecimiento, vivir mejor con menos“,por Pedro Arrojo (Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza).
– 26 de febrero, 19:00h : „Autovías y AVE, ¿ Son beneficiosos para la economía?, Mitos de las infraestructuras del transporte“,por Paco Segura (Ecologistas en Acción).
Algunos documentos se han recopilado y puesto a disposición de los interesados. Si pincháis aquí los podéis leer.
Me hubiera gustado acudir a todas las citas, pero como tantas veces, no pudo ser. Así que me tuve que conformar con la del 24 de febrero, de Pedro Arrojo sobre el decrecimiento.
Estaba casi llena la salona de la chimenea (bueno, ya sabéis que en estas ocasiones, en vez de llenar asientos ordenadamente desde delante hacia atrás, para darnos calor y cohesión, solemos dispersarnos y salpicar las filas de sillas de forma aleatoria). Quizá sea lo habitual, no lo sé. Pero estas casi cien personas reunidas me han dado alegría (Ojo, puede sonar a poco a quien lo lea desde cualquier ciudad grande, pero aquí somos en trono a 18.00 personas, y cuento los de Reinosa y alrededores y los de Aguilar y entorno, porque aunque pertenecemos a dos Comunidades distintos, y sorprendentemente los límites administrativos afectan a la movilidad más de lo que yo me podía imaginar, sí solemos saltarnoslos cuando es menester. Así que 100 personas de 18.000 habitantes es como si se hubieran reunido 16.365 personas de los 3.273.006 que viven en Madrid. Hasta aquí sobre la relatividad de las cosas).
Aparte del análisis del desarrollo económico y financiero desde el gran crack de 1929, que expuso Perdo Arrojo, me gustó especialmente una idea que planteó y que se refleja en el título de la connferencia: la necesidad de desarrollar un nuevo modelo de felicidad desvinculado de la errónea idea del crecimiento ilimitado, a la vista de que nada, absolutamente nada, puede crecer ilimitadamente, ni una „construcción humana“ como la economía, por mucho que nos lo quisieron hacer creer.
En el fondo es tan sencillo como sentarte y preguntarte si realmente estás más feliz con tres ordenadores y una televisión pequeña en la cocina y otra grande en el salón y dos coches y el armario lleno de ropa de última moda y no-sé-cuantos pares de zapatos para que hagan juego y un nuevo móvil cada media año y vacaciones en el sitio más exótico y alejado de tu vida cotidiana, como si la distancia y el jet lag se tragasen los agobios del trabajo y del hogar, y, y, y……. y lo que te cuesta obtenerlo. ¿Y cuanto te vale tu tiempo? ¿Y cuanto tiempo te queda después de trabajar lo suficiente para poder pagarte la casa, la tele, las vacaciones…… y cuanta energía y ganas para hacer lo que realmente te gustaría hacer? ¿Te has planteado alguna vez qué es lo que realmente te gustaría hacer?
Puede que sea cuestión de edad, pero cuando te aproximas a los cincuenta, te das cuenta que lo que empieza a escasear, es lo que más valor tiene, lo que no es ilimitado: el tiempo del que disponemos cada uno en este planeta. Y para disfrutar de este tiempo no necesitamos casi nada. Entonces: ¿Cuanto tiempo tendríamos que trabajar para cubrir lo que realmente necesitamos?
Y ahí me viene la segunda reflexión a la cabeza, de la que no hablamos en el debate, pero con la que salí del encuentro: lo mal que nos ha salido la integración de la mujer en el mercado laboral. Ojo, no digo que hay que volver a casita, a cocinar y fregar. Todo lo contrario. El problema es que estas ganas de salir de casa y ponerse a trabajar en lo que a una le gusta, la necesidad de romper las ataduras a la vida doméstica, esta reivindicación al derecho de la autonomía economica que permite una autonomía en el desarrollo personal de cada mujer, se ha utilizado para que engrosemos las filas de caras cansadas en los tornos del metro, en las paradas del autobús, en las salidas de fábricas y empresas….
Se nos ha escapado la oportunidad de un replanteamiento de horarios laborales…. La economía familiar parecía disponer de repente de más dinero, dos sueldos, o por ser más exacto uno y medio, o dos-tercios, y las familias se podían permitir más…. ¿Más de qué? …. ¿Y a costa de qué? De tener que buscar alguién para los hijos, cuando hace falta -si es que los tienes- y si no hay abuela disonible, una chica para llevarlos por la mañana, un jardín de infancia que los accepta desde los seis meses, la vecina que puede echarles un ojo un dia de fiebre, un campamento de verano y otro urbano para solucionar los tres meses de vacaciones estivales, un actividad sociocultural en días de puente. Y la compra la hacemos grande y en hipermercado, donde nos den todo junto sin tener que pensar mucho, la ropa, alimento, diversión, porque no hay tiempo ni ganas para hacer cola en la pescadería, en la panadería, en la mercería, ….. No hay tiempo ni para disfrutar del fin de semana libre, porque hay que limpiar lo que no se limpió de lunes a viernes, preparar las comidas que se van a comer de lunes a viernes, lavar y secar la ropa que tiene que llegar de lunes a viernes….
Cuando nos quejamos de la desintegración de las familias, de la falta de educación, de problemas de cohesión social, etc. ¿no nos damos cuenta que en el fondo deberíamos quejarnos de la falta de tiempo para estar juntos con nuestras parejas, con nuestra familia, poder dedicarnos a la educación de nuestros hijos, comer con ellos, cocinar para ellos, leer con ello, jugar con ellos….. y tener tiempo para estar con nosotros mismos para ver dónde está nuestra felicidad? Porque todo eso necesita de tiempo, de mucho tiempo. Relaciones sanas no se hacen, ni se mantienen a matacaballos.
Ojo, vuelvo a decir que no reivindico la vuelta de la mujer al hogar, ni lamento su incorporación en el mercado laboral, que ojalá fuera plena e igualitaria, ni pienso que la desaparición de aquella „madre que siempre está en casa“ es culpable de los desaguisados sociales que tenemos.
NO es eso. Lo que creo es que no hemos sabido aprovechar para decir: bien, yo trabajo, tu trabajas, pero los dos la mitad del tiempo; porque queremos trabajar los dos, pero no para crecer en propiedad, en poder adquisitivo, sino para poder crecer en profundidad, cada persona. Y para poder estar en casa, tu y yo, y ocuparnos de nuestros hijos, de nuestros amigos, de la compra, la comida y todo lo demás.
Esta es la apuesta: NO necesitamos más dinero, necesitamos más tiempo. Y este puede ser un nuevo modelo de felicidad.
Es reflexionar cada uno sobre lo que realmente necesita para vivir y para conseguirlo y reivindicar que se accepte socialmente este tope personal y se refleje en flexibilidad de horarios, en poder compartir puestos de trabajo entre dos o tres……
Claro, con sueldos basura no funciona. Para eso tendríamos que recuperar esta maravillosa figura del „sueldo único“ que se nos ha ido al pique en los ultimos tiempos sin que nos hayamos parado mucho en lamentarlo. Es decir, el que baste un sueldo de una persona en un horario laboral estipulado por ley consenuada con todos los agentes socailes, para aportar la economía para poder cubrir las necesidades de bien estar personales y de la unidad familiar. Que el sueldo sea de ella, de él, un poquito de ella, mucho de él, mucho de ella y poco de él, debe depender de la libre decisión.
Y por supuesto, sólo funciona si todos desarrollamos una conciencia de sostenibilidad, de equilibrio, no sólo doméstico, sino global, para que el planeta nos aguante un ratito más….
Vaya, como si he arreglado el mundo. Pero me rondaba todo este tiempo por la cabeza, y ya que tengo este espacio, lo digo.
Luego subiré alguna foto bonita para que no todo sea sufrimiento. Recuperar tiempo para contemplar la naturaleza ha sido uno de los logros más grandes que hemos conseguido en los últimos tres años. Estar inmerso en el crecer y decrecer cíclico, entenderlo, asimilarlo y asumirlo ayuda a pensar…..