(dos de tres) más uno

No siempre surge, evidente y afortunadamente. Y no siempre se siente, aunque pueda estar ahí. Pero a veces se presenta con tal poderío, que ni el tejedor se da cuenta de ello y queda atrapado dentro de un capullo hecho de hilos de una perturbadora mezcla de fuerza y sutileza. Todo lo que hay fuera pierde importancia en la medida en la que este capullo se hace más y más opaco. Ni calor inapropiado para la temporada del año, ni las primeras nieves, ni las sacudidas sociopolíticas ni las incertidumbres personales consiguen perturbar la quietud en la que se desarrolla el diálogo íntimo entre urdimbre, trama, manos y alma.

No siempre surge, pero cada vez que me pasa me sacude profundamente. He tejido tapices de los cuales me siento profundamente satisfecha y que considero importantes en mi recorrido profesional, sin que me haya ocurrido; tapices que me siguen convenciendo, pero que no se han enlazado con estas otras hebras que todos llevamos dentro.

Cosa natural en la trayectoria de un artista, supongo. No podemos producir constantemente obras „top“, a veces no acompaña el entorno  o el momento, o no conseguimos reunir la fuerza suficiente para profundizar o sincerarnos ni con nosotros mismos, o simplemente necesitamos materializar una meta intermedia para poder seguir explorando.

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Esta vez, quizá porque no tengo que preocuparme por el hecho de poder entrar y salir de este „capullo mágico“ cuando la rutina ajena lo exige y puedo permitirme el lujo de dejarme atrapar por los hilos y entregarme a la quietud, quizá porque me siento cómoda con la parte que de lectura biográfica puede desprenderse de la pieza, y ciertamente porque me convencen la composición, las técnicas elegidas y la gama de colores……; esta vez y según avanzo en mayor medida, me gusta lo que crece entre los hilos de la urdimbre.

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Haber terminado la mujer, una de las tres protagonistas de esta pieza, (bueno falta un poco de pelo y los cuatro dedos de la mano) es como alcanzar el punto de inflexión en la dinámica de trabajo y la gestión de la energía creativa. Disminuye la tensión expectante  en la misma medida en la que crece el tapiz; merman las incertidumbres sobre aciertos o desaciertos artesanales y artísticos, técnicos y conceptuales en la misma medida en la que aumenta la seguridad de poder vivir con los pequeños errores y las imperfecciones.

Y queda por delante un tramo de agua y aire, de nubes y olas, de azules y verdes, turquesas y grises y la alimaña que les da cuerpo a estas fuerzas elementales, en el que pienso disfrutar de cada detalle con el sosiego que da la sensación de haber superado el examen autocrítico con el que cada artista observa la génesis de su trabajo.

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