El viernes por la tarde me enteré que existe algo así. Me hubiera gustado subir la definición del DRAE, pero al tratarse de una palabra compuesta, no la hay, y antes de subir el significado de „cíclo“ y de „génisis“ y de „explosivo“ me quedo con lo que he visto, o mejor dicho sentido, que sino, serias dudas me entrarían sobre si era real o virtual.
En fin, con los efectos negativos se han llenado las páginas de todos los medios de comunicación. Tampóco pretendo quitarle importancia. Lo que voy a contar, lo puedo hacer porque en Puentetoma, afortunadamente, no ha pasado nada grave y, sin embargo, puede que haya sido el único sitio, donde el efecto de estos vientos haya sido beneficioso, aunque co-lateral.
Cuando hace casi cuatro años llegamos a este pueblo, sólo había nidos desocupados, uno en un chopo en medio del pueblo, el otro en „las afueras“ en lo alto de la iglesia. Llegamos en septiembre, así que tampóco se podía saber si era abandono definitivo o estacionario, que aquí los pueblos en otoño suelen a quedarse bastante vaciós. Pasamos el invierno y llegó nuestra primera primavera, y con ella, las cigüeñas.
Me hizo mucha ilusión verlas. Me acompañaban mientas esperaba el autobus escolar, y escuchar el ruido de las alas batiendo el aire cuando volaban bajos para aterrizar, me hacía cobrar concienca del silencio del que disfrutabamos desde que vivíamos aquí. No eran demasiado confiados, pero cuando el hambre apretaba, toleraban la cercanía relativa en la pradera del pueblo, yo buscando flores y hierbas para dibujar y fotografiar, ellos buscando ranitas, ratones y otras delicias. Cuando trabajamos en la huerta, debajo del chopo, nos miraban con ojo crítico, pero poco a poco nos hicimos a la vecindad. Me imaginaba lo que significaba cada clac-clac-clac cuando uno llegaba y el otro salía en epoca de cría, como nosotros, que nos solíamos cruzar en el umbral de la puerta, volviendo del trabajo o saliendo hacia él. Estos segundos de trasvase de información esencial que garantiza la continuidad de la vida cotidiana, una mirada, una sonrisa, lo que cabía en un encuentro fugaz. Luego, al atardecer el saludo se convertía en una conversación más sosegada y el clac-clac-clac-clac se prolongaba un rato largo hasta llegar el silencio.
Pasaron dos años y todo siguió su curso, lo que incluía también que el chopo seguía creciendo. Como el nido estaba un poco inclinado desde el principio, y como la pista de aterrizaje natural la efectuaban los adebares siempre desde el mismo lado, porque era ahí donde había un hueco y en el otro lado una haz de ramas que se estiraban decidida y vigorosamente hacia la verticalidad, se desató una lucha de fuerzas que terminó por colocar el nido en un plano tan inclinado que las cigüeñas, el año pasado, tras inspeccionarlo, decidieron buscar otro hogar.
Me dio pena tener que prescindir de esta ruidosa y particular melodía, máxime porque en el pueblo no tenemos gallo que pudiera aportar algo para minorar la ausencia.
Se me ocurrieron ideas como llamar a los bomberos, incluso soñé una noche como subía por el tronco, a modo de Indiana Jones con el hacha entre los dientes para cortar las malditas ramas que nos habían hecho perder le equilibrio.
Total….. se quedó en un sueño, evidentemente. Y nos quedamos sin cigüeñas.
Como la Naturaleza es muy persistente en todas sus manifestaciones, hace dos semanas volvieron, no exactamente por San Blás, pero volvieron, aunque tenía poca esperanza de que esta acumulación de ramas, porque ya no era mucho más que eso, pudiera despertar el instinto restaurador en esta pareja ilusionada con encontrar el hogar ideal para su futura familia.
Cuando me enteré de la sobrevenida del ciclogénesis, brotaron tres dudas en mi interior: la primera, si era conveniente, a pesar de las previsiones del tiempo, acudir a ver una obra de teatro de la Cuarta Pared en Torrelavega el sábado por la noche (asunto que se zanjó rápidamente); la segunda, si las tejas anárquicamente desordenadas, viejas y cansadas de nuestra casa iban a tener la gentileza de quedarse en su sitio y, tercera, qué pasaría con el nido de cigüeña. Se me olvidó un posible desbordamiento del río y la consiguiente inundación que es lo que realmente pasó).
Y lo primero que miré el día después, antes incluso que subir al pequeño monte que da vista a nuestro tejado, era la ubicación del nido. Claro que se había movido (las tejas no, por cierto). Y ahora sí, daba todo por perdido.
Llovió dos días con ganas y estuve tres días encerrada en casa delante del ordenador para terminar una traducción en el plazo convenido. Antes de ayer salí a mi puesto de espera en la plaza, cuando de repente me percaté de lo que había pasado:
Como en un proceso de curación natural, se había caído o habían tirado todas las ramas acumuladas a lo largo de los últimos años, como un globo aeroestático tira lastre para no venirse abajo. Y así aligerado han vuelto a re-encontrar el equilibrio y se han puesto a re-construir su nido, más humilde, pero mucho más asentado.